воскресенье, 25 октября 2009 г.

De El libro de los pozos. (Malevoski)

A ALGUNOS; A VECES

Un vacío nos llama.
Un estertor de nada que nos sienta y nos vuelve inválidos del todo.
Que nos sienta y no nos permite sino echar la cabeza hacia atrás
Y analizar en profundidad sin ni siquiera pensarlo el blanco del techo.
Un vacío que nos incita a ser una estatua, que nos hiela la sangre,
Nos hace bailar siempre en la misma fiesta la misma canción,
Pero bailar con la cabeza, nada de menear la pierna o los brazos,
Este vacío te impide el movimiento. La calle te arrastra cuando
Este vacío te llama. No eres tu quien va por la casa catorce, dieciséis,
Dieciocho… son la casa dieciocho, la dieciséis, la catorce las que te dejan atrás.
Parado.

Y en este vacío siempre hay una luz que nos llama.
Una luz que nos hace forzar las cejas para mover los ojos a la izquierda,
A la derecha, tratando de gritar hacia fuera, una luz que nos llama a ser
Arrollados por un huracán agitante de pasión sin medida y eterna,
Una luz que desanaliza, descompone, destruye y deshoja el libro de los pozos.

En esa luz están ahora dormidos todas mis pasiones y mi cuerpo vacío,
Y al lado dormidos, también, mis ilusiones, mi color, mi voz, mi fuego.
El chavalillo eterno que yo fui se arremolina en mi vientre, dormido.
El bondadoso eterno, el eterno enamorado, la bestia excitada y hambrienta.
Dormidos todos en la luz que ahora me llama del vacío que me ha llamado.

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